Ayer a la noche estaba leyendo en el diario las declaraciones de un directivo de un banco español que proponía que, para superar la crisis, trabajemos todos más horas por el mismo salario.
Y la mera lectura de sus palabras me sublevó. A veces siento que hay gente que juega con fuego y realmente me encantaría que un día se quemen a lo bonzo.
Que fácil es hablar desde una posición de privilegio. Apostrofar sobre lo que deben hacer los demás cuando uno gana cientos de miles de euros por año, se mueve con todos los gastos pagos por su empresa y tiene sus necesidades básicas y no básicas más que satisfechas.
Y lo peor es que alguien le publique esas declaraciones.
Porque eso permitirá que otros cínicos como él hagan corolarios de sus palabras.
La semana pasada en una convención del PP en Madrid, las juventudes del partido hablaban de eliminar el salario mínimo porque entorpece la libertad empresarial. Claro, lo hacen desde la posición de ser niños de papá que cursan en universidades privadas y para los cuales el salario mínimo de 550 euros es lo que gastan en un finde de diversión.
Todos estos genios de fácil y rápida verborragia jamás tendrán que preocuparse por llegar a fin de mes, por como pagar el alquiler o la hipoteca, pero aún así opinan alegremente.
Total, cuando con sus modelos de negocios brillantes terminan prestándole dinero de sus bancos a grandes empresas para hacer negocios espectaculares (caso Sacyr con la compra de acciones de Repsol YPF cuando se veía venir el fin de la burbuja inmobiliaria) y al descubrir que el negocio, lejos de ser bueno, es una reverenda mierda dejan de lado el liberalismo y corren a pedirle plata a Papá Estado (al que viven criticando por opresor) y hacen que, el tipo que tiene que pagar una hipoteca, además, deba pagar con sus impuestos sus malos negocios (además de trabajar gratis para que la economía mejore).
¡Cuanto cinismo!