Hoy es un día especial en los casi 25 años que llevo como padre. Kike, después de intentar vivir en España, decidió regresar a Argentina a vivir su experiencia allá. Hace un mes tomó la decisión y poco a poco fue actuando en consecuencia. Y hoy es el día tan temido. O el tan esperado, no lo sé. Lo cierto es que hoy es el día en que se va.
Esta tarde, cuando me despida de él en la boarding gate, espero poder contener las lágrimas pero seguro pensaré en mi viejo cuando me despidió por última vez en Ezeiza, allá por enero del 2007.
Su partida me genera sentimientos contradictorios. Por un lado, el egoísmo de no saberlo cerca, de no poder verlo aunque sea cada tanto. El saber que cuando necesite un hombro en que llorar no va a encontrar el mío y cuando tenga una alegría que festejar no lo hará directamente con nosotros. Por otro lado está el orgullo como padre. Porque después de todo siempre le inculcamos que tenía que hacer lo que el sintiese, bueno o malo, que tenía que buscar su felicidad. Yo sé que él, acá, no era feliz. No lo fue nunca. Y es normal que en algún momento decidiese partir.
Quizás hubiese esperado que su destino fuese otro. Que no fuese Buenos Aires, pero es cierto que él allí tiene cosas que cerrar que sólo lo hará estando in situ. Una vez que las cierre verá si es o no su lugar en el mundo.
Solo espero que Argentina lo trate bien. Que no destruya su ilusión como destruyó la mía. Y que cuando pase el tiempo y analice la decisión diga: “Fue la correcta”.
Es un tipo capaz, inteligente y educado. Extremadamente querible y entrañable. Cuando se propone algo lo logra. Su único defecto es que todo lo quiere ya. Quizás un pecado de juventud. O alguna culpa de quienes lo educamos que lo acostumbramos a eso.
Sé que los que quedaron allende el Atlántico lo apoyaran y lo cuidaran. No me cabe duda de ello. Ahora las cosas dependen de él, de su voluntad, de su tesón.
A mí como padre solo me queda decirle aquello que Andrés Calamaro escribió una vez: buenas suerte y hasta luego!!!!