Antes de comenzar a escribir esto estuve leyendo una crónica de Gustavo Sierra desde Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, y la misma me ha causado una profunda conmoción. Sigo de cerca todos los acontecimientos de nuestra América Latina, ya sea lo que sucede en el altiplano, en Chile, en Ecuador o en Venezuela. Y lo que nos llega no es muy agradable.
Puede ser que la nota sea un tanto alarmista pero el problema de fondo es siempre el mismo. La desigualdad de la distribución de riqueza en toda la América Latina. Desde la colonia ha sido un problema no resuelto, ni tan siquiera en los países más avanzados como Uruguay, Chile o Argentina.
Sus clases dirigentes, en general, no han querido (porque poder pudieron), ser generosos con las clases más humildes y aún hoy, en pleno siglo XXI existen millones de analfabetos y hambrientos en unas tierras cuyas riquezas les podrían permitir a todos vivir como seres humanos.
Y así llegamos, por la propia miopía de ellos, a las situaciones actuales. Y los únicos culpables son ellos, porque son los que tienen los medios, son los que controlan los gobiernos, son los que supuestamente acceden a una mejor educación, los que tienen acceso a más y mejor información, son los que cedieron la economía y las riquezas a las multinacionales llevándose sus jugosas tajadas. No hay otros culpables. Son culpables por omisión, por desapego. Siempre mirando sus ombligos, queriendo ser como Estados Unidos o como Europa y molestos con la gentuza de color (que para su propia desgracia eran los pueblos originarios de toda América). Y cuando surgen líderes que quieren que esas masas mejoren su calidad de vida comienzan los problemas. Son múltiples los ejemplos, desde Sandino a Allende, que han terminado mal. Y la sangre siempre salió del mismo lado. Siempre sangre del pueblo.
Me duelen y mucho. Son millones a los que jamás conoceré pero que sé que en el fondo sólo quieren comer todos los días, vivir en paz, que sus hijos vayan sanos a la escuela y que puedan superar lo hecho por los padres, que es el fin último de nuestra evolución como raza. No es mucho lo que piden, ¿por qué no vemos como hacer para que puedan conseguirlo?.
Y con esto no quiero decir que estoy a favor no de Evo ni de Chávez. Creo que quien me lee y me conoce sabe que lejos puedo estar a favor de ellos pero entiendo mucho mejor su “lucha” que la posición egoísta de los otros. Sinceramente no los entiendo.
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Los nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano
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