domingo, diciembre 09, 2007

Innovación permanente

Cuando era chico, mi tío Tito, a la sazón gerente de uno de los concesionarios Ford más grandes de Argentina, decía que lo ideal para tener un auto más económico era que fuesen todos del mismo color y con idéntico equipamiento. A mí, que en esa época era un imberbe (aun mayor del que soy actualmente) me parecía una estupidez, con el tiempo estudie organización de empresa y descubrí que lo que creía una idiotez de un tío era una de las máximas de Henry Ford y su Ford T que ayudó a revolucionar a Estados Unidos y a convertirlo en la potencia que es actualmente. Cuando uno compra productos en la actualidad debe controlar una serie de parámetros entre los distintos productos ofertados (desde turrones hasta coches) que hace que muchísimas veces la gente compre cosas que no necesita ni utilizará jamás y que, al fin y al cabo, sólo hicieron que ese producto les cueste más caro. Uno puede pensar: bueno, es un tonto quien compra lo que no necesita, pero aún los compradores más exhaustivos (yo lo soy en términos tecnológicos pero no en compra diaria por ejemplo) tengamos dificultades. Ahora, ¿es necesaria tanta proliferación de modelos?. Yo creo que, si las empresas dedicasen su tiempo realmente a observar sus líneas de productos, sus estrategias comerciales, y, principalmente, sus costos reales por producto, terminarían dándose cuenta que están equivocadas, pero gracias a su contabilidad creativa sólo ven lo que tienen ganas de ver. Por eso les dejo esta nota de "El Periódico" que comparto plenamente.

9/12/2007 PEQUEÑO OBSERVATORIO // POR JOSEP MARIA ESPINÀS
El negocio del invento continuo
JOSEP MARIA Espinàs
Una de las características de las sociedades occidentales es la progresiva oferta de productos distintos. No se trata, únicamente, de que se ofrece a los ciudadanos coches, motos y bicicletas mientras en otros continentes la gente únicamente puede ir a pie. Se trata de que existe la posibilidad de elegir entre una gama amplísima de coches y motos y, dentro de la misma marca, se pueden encontrar modelos que se distinguen solo por pequeñísimas variantes.Mientras las propuestas políticas parece que van haciéndose homogéneas, las propuestas industriales se han lanzado a una carrera imparable de detalles y matices. Dejo a un lado la creciente sofisticación de los teléfonos móviles y de todo tipo de aparatos de uso cotidiano. Sin embargo, no olvidaré nunca lo que vi en una tienda de Fráncfort: unas tijeras expresamente diseñadas para cortar las puntas de las judías verdes. Como si la operación no se pudiera hacer con unas tijeras cualquiera.La especialización --aunque solo sea teórica-- hace vender.Me atrevería a decir que estamos inventando demasiado sobre lo que ya está inventado, y que el gasto en lo innecesario --porque no nos ofrece nada nuevo que realmente valga la pena-- va creciendo cada vez más.Basta con entrar en unos grandes almacenes o en un hipermercado para darse cuenta de la diversificación cada vez mayor que se aplica a un producto único: una crema hidratante para la piel, por ejemplo. Cada marca añade a esta función unas palabras diferentes que son las que tienen que seducir al comprador. Parece que estamos en una sociedad riquísima, capaz de invertir en la fabricación y adquisición de 50 modelos distintos de sartenes y despertadores.Leí hace poco que aumentaría la variedad de turrones. Los clásicos de almendra encontraron hace ya tiempo la compañía de los turrones de crema quemada, de chocolate y de mazapán. Para estas Navidades se anuncian turrones de arroz con leche, de kiwi, de fresa, de manzana, e incluso turrones con sabor a vino.Esto ya ha pasado con los bombones. Yo como cada día un poco de chocolate, y me gustan los bombones de siempre, los que no son de nada, sino de buen chocolate. Ahora los hay de confituras varias, con especies, con comino... Y los hay con colores muy vistosos. Son bombones de regalo.Soy un anticuado: a mí me gustaría que reinventaran el pan de antes.

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