miércoles, septiembre 19, 2007



Chau viejo!!!

Hace exactamente dos semanas, a las 7 menos 10 del 5 de septiembre, dejaste de estar entre nosotros. No sé por donde andarás. Si estarás en el cielo o en la luz que Sueiro se olvidó de apagar. No me diste tiempo a llegar para despedirme ni para conversar de todas las cosas que tenía pendiente y que, por hache o por be, jamás te pregunté.
Nunca fui muy apegado a vos. Quizás porque siempre trabajaste como un burro para darme todos los gustos. O porque como tú viejo había muerto cuando tenías 8 años no sabías como acercarte a mí. Me acuerdo, sí, de nuestras tardes de domingo, cuando era pendejo y me llevabas a ver al rojo. O cuando me cabreaba porque vos, orgulloso, llevabas mi boletines al cole para mostrarlos y a mi me daba bronca y vergüenza. Siempre les cuento a los chicos como te metía la mano helada en la espalda cuando llegaba los sábados de invierno de la clase de gimnasia y vos dormías plácidamente. Y, cuando jugaba con los chicos una “luchitas” en la cama, me acordaba de la época en la que éramos chicos Gaby y yo y nos sentabas en tú panza para jugar al “bote de vela”. Nuestras charlas casi siempre pasaban por el deporte porque con la política, al menos cuando era adolescente, no coincidíamos (aunque creo que en el fondo estabas más cerca de lo que yo pensaba que lo que te gustaba admitir, o no preferías a Raúl Ricardo antes que a Herminio, aunque el aparato peronista fuese de este?). Con el paso del tiempo y el nacimiento de Kike descubrí un abuelo mucho más cercano a los chicos de lo que te había sentido como padre (quizás también es cierto que tenías mucho más tiempo). También en esa época te transformaste en nuestro remisero oficial, el que nos llevaba una vez al mes a Jumbo a gastar los tickets que me daban en AGA y el que nos transportaba por todo Buenos Aires. Siempre nuestras charlas fueron cortas, nunca te dí demasiadas chances de participar en mis decisiones pero siempre sentí que las apoyabas, aún sabiendo (como en el momento de venirnos a Barna) que quizás significarían (como terminó ocurriendo) que no nos íbamos a ver más. Es curioso, yo que soy tan memorioso, no recuerdo cuando fue la última vez que te ví. Sé que fue en Ezeiza cuando nos despedimos en enero, pero no tengo presente la situación. Si en cambio recuerdo cuales fueron las últimas palabras, las que te dije cuando me despedí de vos antes de que te fueras a internar. Son unas palabras que no te mencioné con mucha frecuencia (y que me arrepiento de no haberlo hecho) y que fueron un simple: “Te quiero mucho”.
Se que estabas muy orgulloso de Gaby y de mí y de tús nietos pero no sé si sabías (porque nunca te lo dije) que yo estaba orgulloso de vos. Me enseñaste que, por sobre todas las cosas, uno debe ser honesto, amigo de sus amigos y buena persona. Vos eras un buen tipo y eso es lo que más me importa. Me duele no haber podido estar con vos en tú pelea final. Me arrepiento de no haber viajado antes y estoy cabrero conmigo por no haberlo hecho. Pero eso no te va a traer de nuevo conmigo.
Espero que estés donde estés puedas disfrutar de todo y que ayudes a los chicos a que vayan forjando su futuro siguiendo tú ejemplo. Si te cruzas con el abuelo José o con Marcelo mandales un abrazo de mi parte. Un beso grande gordo, te quiero mucho!!!