sábado, febrero 23, 2008

Sana envidia

Cuando un español (o catalán) tiene un pequeño atisbo de discriminación hacia mi persona por mi argentina sonoridad al hablar le dejo caer descuidadamente la composición genética de mi ser. Le cuento que mi abuelo materno era asturiano, que mi abuela materna era hija de andaluces y que mi abuelo paterno era gallego. Si a eso le sumo que mi abuela paterna era descendiente de italiano mi composición sanguínea es tan “europea” como la de él.
Esta descripción, sin embargo, es un tanto mentirosa, ya que mi abuelo paterno era, en realidad, brasileño. Eso si, de padres gallegos, pero nacido (cuentan que fruto de una detención en el derrotero de la emigración hacia nuestro país) en nuestro vecino norteño.
Nunca conocí a mi abuelo ya que falleció cuando mi papá tenía 8 años. Quizás como un acto reflejo con su propia suerte, mi viejo era profundamente anti brasileño. Desde el fútbol hasta todo. Creo que lo único que aceptaba de Brasil era el café. Obviamente esa influencia paterna fue dejando una marca en mí durante mi infancia y parte de la adolescencia.
Pero a medida que comencé a despegarme del hogar maternal y a realizar un despliegue gradual de las alas para volar en libertad empecé a leer y a informarme sobre Brasil. Quizás la primera influencia fue musical. Tipos como Caetano, María Bethania, Toquinho o Os Paralamas comenzaron a minar mi agresividad. Y después comenzó la lectura. Recuerdo los primeros años de democracia y los esfuerzos de Alfonsín y Sarney por comenzar a limar asperezas alimentadas por años de brillantes estrategas ”verde oliva” a ambos lados de las fronteras. Uno de los recuerdos es el de una revista de una comisión que estaba a cargo de Aldo Ferrer donde se hablaba de proyectos en el área nuclear (el famoso submarino atómico en común), aviones entre Embraer y la FMA de Córdoba, etc. Eran proyectos entre “pares”. Dos países que estaban sumergidos por años de dictaduras, con el peso de sus deudas externas, con un futuro por delante incierto pero venturoso.
Hoy, más de 20 años después, la lectura de las noticias de distinto tenor tanto aquí en España como en medios argentinos nos muestran a un Brasil cada día más grande, buscando reafirmar la “B” del BRIC (Goldman - Sachs dixit). En los últimos tiempos camina a pasos acelerados a ser el representante de América del Sur en el Consejo de Seguridad de la ONU en el caso en que se decida ampliarlo. Hoy su presidente está de visita en Argentina y vuelven a salir a flote los viejos proyectos de cooperación. Sólo que ya no somos iguales. Ahora a Brasil le interesa lo poco que podemos aportar. ¿Hay una buena fábrica de aviones inactiva en Córdoba?. Bueno, que produzca algunas partes para Embraer que tiene su producción vendida por más de 5 años. ¿Necesitamos reactores nucleares pequeños y efectivos?. Creo que INVAP tiene una buena idea pero nadie en su país la banca. ¿Las cuencas marítimas argentinas tienen una estructura geológica similar a la que a nosotros nos está permitiendo autoabastecernos?. Que Petrobras compré una petrolera argentina. ¿Hay que reforzar la estructura de la industria cárnica?. En el sur hay buenos frigoríficos, cómprenlos.
Brasil, y también Chile, tienen una orientación estratégica, sin importar el signo del gobierno. Su norte es el mismo y saben donde quieren ir y lo buscan. Argentina sigue boyante. Diez años a la derecha, diez a la izquierda, otros diez para atrás. Nuestra dirigencia (y nosotros mismos que la generamos, no nos engañemos) sigue siendo pendular. ¿Será por eso que hay muchos blogs de argentinos diseminados en el mundo?.

miércoles, febrero 13, 2008

Aviones

Habiendo nacido en el “culis mundi” (porque no se puede negar que Argentina está lejos de todo), desde chico sentí una especial atracción por los aviones. Quizás pueda echarle la culpa a mi abuelo que los domingos nos sacaba a pasear en el colectivo (aclaro que él era el propietario de un bondi de la línea 67 y cuando no trabajaba este se constituía en el coche de la familia) por el Aeroparque o a las innumerables películas de guerra que vi en los “Sábados de Super Acción” del viejo Canal 11.
El tema es que los aviones siempre me parecieron máquinas fascinantes hasta que, por suerte o desgracia, me convertí en usuario medianamente frecuente de ellos.
Mi primer molestia eran los vuelos nacionales, cuando había que tomar los micros de Aerolíneas o Austral para llegar al bendito avión en Aeroparque. Jamás entendí porque demoramos años en poner “fingers” para llegar al avión y como cada vez que volaba, aún en aquellas épocas en que lo hacía más de una vez a la semana, la probabilidad de lluvia se duplicaba, cada dos por tres me mojaba como un tarado esperando que la gente subiera al avión o al micro. Por suerte, y como un dejo malquerido del Mundial´ 78, en Ezeiza si los había así que al menos si viajabas fuera del país zafabas. Pero los problemas no pasaban de ahí. Los retrasos se debían a problemas meteorológicos y era poco frecuente que se extraviara el equipaje (al menos en los vuelos locales).
A medida que pasó el tiempo, y más aún desde que vivo aquí en Barcelona, la relación con el mundo de la aeronáutica se ha ido acrecentando. Pero desgraciadamente la calidad de los servicios, lejos de mejorar, ha ido cayendo en picada. En estos dos años y medio que llevo acá no he encontrado una sola persona que no haya tenido un incidente con un viaje aéreo. Retrasos, pérdidas de valijas, abusos en las aduanas o en los controles previos, mal humor de tripulaciones, etc. A eso debemos sumarle que es el medio de transporte que más contamina.
Un estudio realizado en Estados Unidos entre enero y noviembre de 2007 determinó que al menos 1,6 millones de vuelos tuvieron un retraso de al menos 15 minutos. Esos retrasos sumaron algo así como 170 años de tiempo de la masa de afectados. Y a eso hay que agregarle los tiempos en las colas que se han multiplicado, los tiempos muertos en conexiones perdidas y en las larguísimas caminatas dentro de los aeropuertos, etc.
Según Tom Enders, presidente de Airbus, la aviación comercial aporta – directa e indirectamente – el 8% del PBI mundial y da trabajo a 29 millones de personas. Me resulta increíble que esa masa de gente y de recursos no pueda encontrar una solución a estos problemas.
Podemos decir que el tráfico creció vertiginosamente pero también es cierto que lo mismo ocurrió con otras actividades donde el servicio es relativamente mejor y más económico.
La aviación comercial es una gran mascarada donde se muestra eficiencia, lujo, tecnología y confort y lo que se obtiene es cansancio, mal humor y pérdida de dinero o tiempo. Desde los sistemas vetustos (Amadeus, el sistema que utilizan gran parte de las agencias de viajes y aerolíneas, es complejo y prediluviano), edificios muy estéticos y mastodónticos pero poco funcionales hasta tercerizaciones que hacen que sea todo un poco más ineficiente. Todo sazonado con millones de viajeros malhumorados y maltratados que creen que sólo ellos han sido víctimas cuando la realidad muestra que todos somos víctimas de la ineficiencia de quienes manejan este negocio.