sábado, agosto 15, 2009

Politocracia

Yanina, mi comadre, siempre se reía de mi habilidad para poder estar en dos charlas a la vez, aunque las mismas estuviesen a un par de metros de distancia de donde yo me encontraba. Esta habilidad me permite, en algunas ocasiones, escuchar charlas que me despiertan el interés.

El otro día estaba atendiendo a unos pasajeros mientras mis compañeros conversaban con unos pasajeros de pasaporte estadounidense pero de origen cubano. Hablaban de las posibilidades futuras en la relación Cuba – Estados Unidos.

Uno de los cubanos hablaba sobre la democracia y su sola mención despertó mi cerebro.

Recordé los sucesos de 1983, la alegría de la gente, las esperanzas.

Acto seguido vinieron a mi memoria los trágicos días de diciembre del 2001. Los chicos muertos. Los 5 presidentes. El “que se vayan todos”. Los cacerolazos.

Rememoré también la experiencia de principios de año sobre las elecciones en España.

Obviamente también me acordé del proceso electoral que condujo a Obama a la presidencia de la primer economía mundial.

Estos pensamientos me llevaron a pensar en que significa la democracia para muchos de los pueblos del mundo. Si le preguntamos a la gente que forma de gobierno prefiere, creo que se impondría por una amplía mayoría, sea donde sea.

Pero realmente, ¿que democracia tenemos?.

Según la RAE, democracia tiene dos acepciones: es la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno o bien se trata del predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.

Ahora bien, ¿interviene el pueblo en el gobierno o predomina en el gobierno político?. Yo, particularmente, creo que no. Al menos no en Argentina, España o Estados Unidos.

El pueblo (o en los casos de España y USA una parte de ellos porque el voto no es obligatorio) sólo se limita a elegir entre las opciones que le presentan pero cada día forma menos parte del proceso democrático. Un poco por desinterés y mucho por propio deseo de los protagonistas principales que sólo requieren que los legitimen con votos.

Hemos reemplazado a la democracia por una politocracia en la que los políticos campan a sus anchas y hacen y deshacen.

Los candidatos son elegidos a dedo por los líderes de cada partido (aun en el caso de las internas estadounidenses la elección del candidato de cada partido queda en manos de los representantes de los barones de los principales estados), los representantes legislativos muchas veces tienen prontuarios más que currículos, los negociados están a pedir de boca, los partidos se preocupan más de vencer al contrario a toda costa que en mejorar la calidad de vida de sus representados, etc.

Todas estas lindezas hace que el pueblo vaya, gradualmente, perdiendo fe en su propia capacidad de autogobernarse. Poco a poco les vamos cediendo más y más terreno hasta que lleguemos a tener una “dictadura” de políticos en la que las elecciones sólo sirven de fachada democrática.

Ojalá reaccionemos a tiempo y podamos evitarlo….

2 comentarios:

quiquepim dijo...

también es cierto que el propio sistema deja "poco márgen" con lo cual la forma de hacer política se limita sólo sobre ciertos aspectos.

Igualmente, el problema no es la politocracia como vos lo llamás, sino, pienso yo, la falta de diálogo que existe en la propia sociedad y el traslado de esto hacia la política.

Muy pocas personas se enteran de que una sociedad es un pacto tácito de organización, en donde para que todo vaya bien, es necesario que todos lo estemos (y no una minoría), y sólo miran sus propios ombligos...

Y la política, refleja estas cosas (y muchas otras) pero que surgen en la propia sociedad.

Cada pueblo tiene el gobierno que se merece...

Un porteño en Barcino dijo...

La sociedad dialoga. Los que perdieron el dialogo fueron los políticos. Ellos sólo creen en encuestas. Y las encuestas siempre les dicen lo que quieren oir o leer.
El problema, más que de dialogo, es de opinión. La gente no opina. No protesta. Deja que las cosas pasen, les resbalan.
Lo notable de enero del 2002 fue que una parte de la gente salió a opinar a la calle. Por eso los políticos se asustaron. Y de esa opinión podían pasar dos cosas, o los acallaban o había una revolución. Pero le encontraron la vuelta y la apaciguaron.