viernes, agosto 12, 2016

Tecnológicas

Hace 5 años, con motivo de conmemorarse los primeros 30 años de la computadora personal (o mejor dicho, del lanzamiento del IBM PC) preparé en mi Facebook un álbum con fotos que reunían a una gran parte de las computadoras que utilicé a lo largo de estos años tecnológicos. Esta mañana, mientras consultaba en mi celular el “Un día como hoy”, me reencontré con él y me dí cuenta que habían pasado 5 años desde ese momento. Releyendo los comentarios hicieron que rescate algunas cosas anteriores a la PC (como mi querida Sinclair 2068) y que lo aggiorné para dejarlo actualizado. Pero en este álbum se refleja sólo la evolución de las computadoras, cuando en realidad la evolución tecnológica fue muchísimo más allá. Cuando compré mi departamento en Buenos Aires, allá por fines de 1989, Enrique era un enanito inquieto y ruloso. El departamento había sido de un viejito que recientemente había fallecido y todas sus instalaciones reflejaban el paso de los años en manos de un jubilado. La primera decisión que tomamos, perentoria, fue renovar todo el sistema eléctrico y hacer que los cables fuesen todos dentro de cañerías por la pared. Cada enchufe fue triplicado porque pese a tener en ese momento sólo un televisor, una videocasetera, una heladera, el lavarropas y un pequeño pasacasete JVC, pensaba que en el futuro necesitaríamos más tomas. Y no quería alargadores en el piso, por temor a los desastres enriqueanos. Teníamos que minimizar riesgos. Marcelo, mi suegro, no estaba muy convencido de tanto enchufe. Pero a la larga no sólo me quedé corto. Yo diría que cortísimo. Los hogares comenzaron a poblarse de ingenios eléctricos y electrónicos. Más televisores (uno por habitación), DVD, impresoras, hardbox para la tele por cable, ventiladores, aire acondicionado, estufas eléctricas, hornos (eléctricos y microondas), equipamiento de conectividad (routers, WiFi, adaptadores para conexión por cables eléctricos, etc.), teléfonos celulares (desde el querido ladrillo de Motorola a los actuales smartphones), tabletas, consolas de videojuegos, e-books, utensilios domésticos por doquier, cargadores de pilas, videograbadoras, cámaras de fotos, marcos de fotos digitales, reproductores, de MP3, cadenas musicales, plotters, grabadores, etc. La evolución, y el consumo, han sido sencillamente impresionantes. Algún día, con paciencia, buscaré fotos de muchas cosas que he tenido en todos estos años y que se han ido superando, por ejemplo los móviles. El Ladrillo de Motorola, los Startac, los Nokia con su sonido inconfundible, los primeros Sony-Ericcson, el iPhone, las Blackberry en varias versiones, los Sony E3 y M4, el S7. Lo mismo puede decirse de las impresora, desde las matriciales hasta la láser con WiFi pasando por las chorro de tinta en blanco y negro y color. En fin, un mundo de tecnología al que le dedique muchas horas en todos estos años. Y todo eso sin hablar de programas. Desde el viejo y querido ICQ al Whatsapp, Kik, Line y demás yerbas (sin olvidarnos de mítico MSN Messenger) ha pasado mucha agua debajo del puente comunicacional. Las panillas de cálculo, del simple Lotus 123 pasando por el Quattro hasta terminar con el Excel omnipresente, el Word, los correos electrónicos… La tecnología nos ha ayudado, y mucho, en estos años. Pero también hemos pagado sus precios. Estamos más cerca de los que están lejos pero más lejos de los que están cerca. Podemos saber muchas cosas al instante pero ignoramos las básicas. Estamos más informados pero somos más ignorantes que nuestros abuelos. Nos dejamos apabullar y anestesiar con tonterías y nos creemos obligados a la felicidad eterna cuando nadie nos dijo que la felicidad, como la pena, la tristeza, etc. son instantes que necesitamos para evolucionar como humanos. Me encanta la tecnología pero sigamos siendo humanos por sobre todas las cosas.

No hay comentarios: