jueves, octubre 30, 2008

25 años

25 años. Mucho tiempo. O poco. Depende de la vara con la que lo midamos.
25 años de desazón y contadas alegrías.
25 años de retrocesos continuos matizados con pequeños avances.
25 años de desavenencias que nos hunden poco a poco.
Hay muchas cosas que se pueden decir de estos 25 años de democracia. Mucho debe haberse dicho en Argentina que no llegue a leer ni a oír. Y me alegro de ello.
Tuve la suerte de vivir esa época y la recuerdo como una época feliz. Había alegría en la gente. En prácticamente todos los hogares argentinos había felicidad. Puede que no la hubiese en los hogares militares o de los civiles que colaboraron con ellos, pero ciertamente era una época de alegría.
De participación. De opinión. De revisión histórica. De encendidos debates. Pero en esos debates nos oíamos. Teníamos claro adonde no queríamos volver. No más desaparecidos. No más Guerra de Malvinas. No más artistas, políticos ni pensamientos prohibidos.
Una buena época. Cuasi épica comparada con los últimos años….
¿Qué hicimos en estos 25 años?. ¿En que nos convertimos?.
Hace un tiempo leí un libro de Walter Graziano que se llama “Hitler ganó la guerra” y me parece que, para parafrasearlo, los milicos ganaron la guerra.
Lograron que fuésemos más individualistas, que nos importe sólo lo nuestro. Desbalancearon la sociedad eliminando o acotando vía exilio las patas izquierdas de la mesa y nos llevará un tiempo reconstruirlas. Mucho más que 25 años.
Y lo que no rompieron los militares lo terminaron de lograr los políticos.
Confieso que mi decepción comenzó pronto. Apenas unos meses después de aquella nefasta Pascua de “la casa está en orden” cuando vislumbramos que sí, que estaba en orden. En un orden impuesto por otros. Por los carapintadas, por el FMI, por las presiones que Alfonsín no supo o no quiso resistir.
Y de los que lo sucedieron mejor ni hablar….
Hoy acá, sentado en la compu a 12.000 km de Buenos Aires, me queda la alegría de esos días en los que aún teníamos fe. De esos días de vino y rosas como canta Ismael Serrano. De la tarde en el Obelisco en el acto de RA. De las peleas con mi viejo porque a su amado peronismo lo conducían a la derrota y porque, muy a su pesar, RA estaba más cerca de sus pensamientos que Luder y Herminio. Del “se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar”. De las discusiones en lo del Chivas. Y de la incredulidad cuando veía que las cifras del escrutinio lo hacían a Raúl presidente….
Espero que los próximos 25 años sean mejores. Que los de esa generación podamos reencauzar nuestra lucha por una Argentina mejor aun desde la distancia. Porque si no lo logramos, tengan por seguro que los milicos habrán ganado la guerra.

2 comentarios:

Ana C. dijo...

Qué forma de verlo!

Un porteño en Barcino dijo...

Hola Ana:
Cuando me senté a escribir traté de ser lo más objetivo posible. Para mí la democracia es muy importante. Me crié en la dictadura. En mi escuela primaria tenía infantes de Marina armados con FAL custodiando la puerta del director. Tenía 10 o 12 años y me bajaban del bondi para palparme de armas. En mi adolescencia no podía leer muchos libros porque estaban prohibidos. Vos también lo sufriste. Así que aprecio todas las virtudes de la democracia.
Pero también creo en lo que nos prometieron en 1853 y veo que ni militares ni demócratas han sido capaces de llevarlo a cabo. Vos sos economista y a diario evalúas índices. ¿En qué índice Argentina está mejor ahora que en 1975?. ¿Hay menos pobres?. ¿Hay más educación?. ¿Hay más riqueza?. ¿Tenemos mejor distribución de la riqueza?. ¿Tenemos mejor salud?. ¿Hay más seguridad?. ¿Hay menos corrupción?. Todas esas preguntas tienen un no rotundo como respuesta. Así que lo que debía ser de la fiesta la democracia se ve empañada por la realidad.
Y realmente lo siento. Porque mucha gente se siente desanimada, se siente estafada por la democracia y realmente, aunque perfectible, es el mejor sistema de gobierno.
Y no culpo a nadie en especial. Porque en realidad el desastre lo permitimos todos. Algunos por ser participes directos y otros por dejarlos participar. O por no participar de una manera constructiva. Por acción u omisión dejamos que el país retroceda y se autodestruya.
Probamos todos los remedios y ninguno nos sirve. Vamos dando bandazos a izquierda y derecha. Lo que escribimos con la mano lo borramos con el codo. Lo que hace uno es malo para el otro. Y así se retrocede. Lenta e inexorablemente.
Seguimos teniendo posibilidades de ser un gran país, solo debemos decidirnos a serlo…