jueves, abril 02, 2009

Vergüenza

Cuando tenía 8 o 9 años estábamos de vacaciones con mi familia en Tanti. Una mañana fuimos a pasear a Villa Carlos Paz y, caminando por la calle principal, mi papá me señalo a un anciano que estaba sentado en una mesa de un café, leyendo el diario al sol. Me preguntó: ¿sabes quien es?. Yo no tenía las más mínima idea de quien era. Me dijo: “Es el presidente Illía. Un tipo honesto”.

Una de las virtudes que destacamos todos de Alfonsín es su honestidad. Todos sabemos que murió “pobre”. Lo destacan todas las crónicas locales e internacionales.

Es vergonzoso que la honestidad sea una virtud a destacar. No por Alfonsín o Illía sino por todos los demás, que como sociedad, hacemos una virtud de algo que debería ser habitual.

No debemos destacar al honesto sino al deshonesto.

Siento pena de todos nosotros porque admiramos al honesto pero dejamos impunes a los demás.

La honestidad no es una virtud. Es una obligación.

La ética no es una materia de estudio en clase. Es la manera en la que educamos a los chicos en casa. El ejemplo que damos a diario.

El respetar al otro, el cumplir con las obligaciones asumidas, el respeto a la ley. Todas esas cosas que, poco a poco, hemos ido soslayando nosotros o permitido que sean soslayadas por los demás sin castigarlo como es debido.

Esta tarde cuando finalice el entierro y Alfonsín sea un recuerdo retomaremos nuestras tareas y la honestidad volverá a perder 6 a 1 con la deshonestidad.

Ojalá que no.

No hay comentarios: